Las horas, minutos y segundos son incomodidades no decimales que nosotros, los hombres, inventamos para nuestra comodidad cuando debemos contar el tiempo y que no son tomadas en cuenta por quienes –precisamente- conciben ese tiempo.
Esto lo afirmó así, tan rotundamente, porque accidentalmente descubrí que hay un libro –ya me lo habían anticipado los astros; también el viento patagónico; me lo dijo el estruendoso silencio de las minas; una tarde de invierno me lo señaló un desencuentro en San Telmo- decía, hay un libro, a cuyas páginas, salvo una fisura en el Universo ningún mortal jamás tiene acceso; y en él se encuentra anotada la cantidad exacta de días que va a permanecer viva cada entidad que ha sido provista de vida.
Esto lo afirmó así, tan rotundamente, porque accidentalmente descubrí que hay un libro –ya me lo habían anticipado los astros; también el viento patagónico; me lo dijo el estruendoso silencio de las minas; una tarde de invierno me lo señaló un desencuentro en San Telmo- decía, hay un libro, a cuyas páginas, salvo una fisura en el Universo ningún mortal jamás tiene acceso; y en él se encuentra anotada la cantidad exacta de días que va a permanecer viva cada entidad que ha sido provista de vida.

Por morbosa curiosidad, cuando advertí que se había producido la tal fisura en el velo de nuestro Universo y que ya no me estaba vedado –entre otras cosas- leer el que en ese momento supe, se llama Libro de los Acuerdos, me animé a atravesar hacia el otro lado.
Con miedo, con delectación, con mucha intriga y finalmente con desencanto espié el número que corresponde a la entidad que me contiene, que contiene a todos aquellos que en vida soy.
Descubrí lo que figura en el primer párrafo de este relato: ni las horas ni los minutos ni los segundos son tomados en consideración por quienes conciben (crean, manejan y atormentan) el tiempo. Solo los días se toman en cuenta para la cuenta de nuestros días.
Vi que la cifra de días que corresponde a un tigre que hoy merodea buscando su caza por las selvas de Bangladesh, es 11.176 días. Una niña de 8 años que en mayo último murió en un accidente carretero en una de las autopistas de acceso a Bogotá utilizó 3.102 días, siendo en ambos casos números enteros exactos, sin fracciones.
Sin embargo, las cifras que corresponden a la mayor parte de los seres creados -este álamo, aquel rosal, ese gorrión que picotea en un jardín- contienen fracciones a veces muy largas completando el número entero que se encuentra a la izquierda de la coma.
Dije que el primer atisbo fue a mis días. Celoso de mi intimidad, por supuesto no revelaré cuántos suman, pero sí diré que la fracción, hasta donde pude seguirla, contiene una cifra que a poco de comenzar se hace periódica en el número 19. Es xxxxx,67482191919191919(1)… y sigue habiendo diecinueves hasta donde mis ojos, cansados ya de recorrer un libro que no tiene fin, al cansancio sucumbieron.
-¿Qué significado tiene esto?- me pregunté.
Fue el viento, o un sonido que llegó cabalgando en él quien me respondió la pregunta:
Significa que se va a demorar un instante eterno el tránsito entre ser y no ser de la entidad que contiene a todos los que te habitan, al menos mientras sigan apareciendo 19 a la derecha de la coma, y jamás eso va a dejar de suceder porque como un libro escrito en cada grano de arena del Universo, el Libro de los Acuerdos no tienen fin ni comienzo. Vas a quedar en suspenso, vas a permanecer en lo que algunos místicos quisieron describir como el purgatorio. Pero no sé decirte si esto que se te ha otorgado desde algún punto fuera de los tiempos es un castigo o es un premio.
Buscando mi propia respuesta –no ya la del engañoso y voluble viento- hurgué más y más en el Libro de los Acuerdos notando que la cantidad de entes cuyos días son cifras exactas y aquellos cuyos días contienen cifras con fracciones periódicas (como yo) son mas o menos equivalentes: siempre que hay uno de un tipo, a continuación, muy cerca de él le sigue otro del tipo opuesto. La suma de éstos dos (llamémoslos a unos los exactos y a los otros los periódicos) es muy inferior a la de los entes que tienen una cantidad de días compuesta por un número entero seguido de una fracción que, aunque a veces inmensa, es finita en sus cifras (llamemos a éstos, los fraccionarios).
No es un castigo ni es un premio: sucede que nuestras vidas tienen un significado exactamente opuesto a la del tigre de Bangladesh o a la de la niña colombiana. Quienes tenemos asignados cantidades de tiempo con el estigma de la periodicidad en nuestros días de vida, simplemente somos el equilibrante que la Exactitud precisó para introducir el Azar en el Universo (2)y es algo de lo que jamás, salvo la serie de coincidencias que me puso frente al Libro de los Acuerdos, me hubiera dado cuenta.
Eso no es todo. Pude comprobar que existen otros volúmenes entre los muchos libros que contiene esa infinita biblioteca, de los cuales salvo tres o cuatro, los demás son incomprensibles por el Hombre (lo fueron para mí) ¡y vaya uno a saber los arcanos que encierran!
En uno de ellos, de tapas de sal, se anota la cantidad de días en los que no somos, interrumpido por este destello de nada que llamamos vida. En este libro figuran algunos seres cuyos días enteros se complementan con cifras decimales periódicas y que por ende –como sucede con las cifras periódicas del Libro de los Acuerdos- jamás surgirán a la existencia en lo que nosotros conocemos como nuestro universo, pero no por eso dejamos de sospecharlos (es decir hay exactos y fraccionarios que alguna vez van a ser y periódicos que jamás serán).
Quienes jamás serán son aquellos que alguna vez pensamos, alucinamos como posibles: los ogros, la mujer perfecta de la cual enamorarnos, el árbol de maná, el descubridor de la cuadratura del círculo, los duendes ojerosos, dios, los enamorados eternos, Borges, el Quijote cabalgando por España, el Minotauro, los habitantes de la Noche 1002, Satanás…
Nuestra egolatría nos hace suponer –necesitamos creer - que este periodo, el que actualmente transitamos, es el importante; que los demás, ya sean anteriores o posteriores están destinados a premiar, castigar o compensar lo que en estos 25.000 días aproximados que nos tocan vivir pudiéramos realizar.
Una bicoca. Menos que un átomo de hidrógeno en el Cosmos. Una prosaica nada en el total de días del Tiempo son 25.000 días, aunque quizá en ellos, solo sea un instante –efímero- lo que importa.
Pude deducir –supe- que en el transcurso de mi eterno instante de tránsito hacia ningún lado es el diecinueve ubicado en la posición nº 2,7365x10 elevado a la 79.176 hacia la derecha de la coma el importante. Todos los anteriores, solo se justifican para llegar a él y todos los posteriores, porque no pueden ser evitados y éstos (los posteriores), tienen como consecuencia mantenerme en suspenso por toda la eternidad, compensando la exactitud de la muerte del tigre de Bangladesh o alguna otra igualmente exacta.
Ya en tiempos del Tetrarca de Sumer y Ur, se hablaba de seres justos, de seres angelicales y de seres infelices que no son cifrados como pueden serlo todos los demás mortales y el improbable Vincent DeRomair, en su "Apología del Infinito" publicada en 1658 afirma haber consultado manuscritos datados unos 300 años antes de nuestra Era, donde se menciona que el número que cifrará al Mesías no tiene fin, pero tampoco se repite a sí mismo (3).
También supe que hay cinco hombres (4) justos –en una época fueron 361 (¡casualmente 19 elevado al cuadrado!) que aun ignorándolo ellos, son quienes justifican el Mundo y que cuando alguno muere (entiéndase, cuando alguno deja de ser) es inmediatamente reemplazado. (5)
Pude saber que los 356 Justificadores restantes, los que ya no están, fueron inscriptos en el Libro de los Acuerdos con infinitas cifras periódicas y, en consecuencia, como jamás dejaron de ser, jamás pudieron ser reemplazados.
¿Qué sucedería si aconteciera que el último de ellos, el último de los “justificadores” tuviera una cifra de periodicidad eterna en sus días anotados en el Libro de los Acuerdos? Al no finalizar jamás su tránsito hacia el otro lado y por ende, no poder ser reemplazado ¿El Mundo –cuando muriera el último Justificador- dejaría de estar justificado y en consecuencia no tendría razón para continuar siendo?
Quedan pocos –solo cinco-, no sabemos quienes son, no sabemos donde están, no sabemos cuánto habrán de vivir, ni sabemos si cuando su vida terrenal se acabe, habrá quien pueda suplantarlos en su secreta tarea. Ellos tampoco saben nada de eso. No creo en el Apocalipsis, pero por las dudas aconsejo a mis amigos (y sobre todo a mis amigas) que disfruten de este mundo, porque....
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1 Es posible que en esta serie infinita de números, no sea el 19 el que efectivamente corresponde al relator. Sabemos que Jorge del Camino es un ferviente lector de Jorge Luís Borges quien en muchas oportunidades recurre (¿con su significado cabalístico?) al número 19. Cf. Emma Zunz, Pedro Damian y Funes el memorioso tienen 19 años, 19 son los libros que componen la obra visible de Pierre Menard, etc. (N. del E.)
2 O sea que para evitar que se repita siempre negro el 17 en la ruleta del casino de Terma de Reyes o que al arrojar una moneda al aire caiga sucesivamente 586 veces cara y a continuación 586 veces cruz, voy a tener que permanecer un instante eterno en suspenso y privarme –por la Eternidad- de no ser. (N. del A.)
3 Cuando el Libro de los Acuerdos dice “hombres”, no necesariamente se refiere a habitantes del que nosotros conocemos como planeta Tierra (N. del A.)
4 Sin dudas, el autor se refiere a los números irracionales. Entre los números irracionales, los más conocidos son: Pi (Número "pi" 3,14159265 ...): razón entre la longitud de una circunferencia y su diámetro; e (Número "e" 2,7182818284...): , utilizado para la extracción de logaritmos con base e ; Φ (Número "áureo" 1,61803398874 ...); Raíz cuadrada de 2: 1,414213562373…
5 “…allende la comprensión, incluso mas allá de lo que se logra atisbar en estado de locura profunda, se encuentran aquellos seres cuyas cifras de días son negativas. Tal es el caso del propietario de una librería “de viejo” ubicada en el sótano de un edificio en la Avda 18 de Julio de Montevideo, de quien emana un estado de placidez tal, que invade a todos los que entran al local…y de un señor que empuja su carrito de supermercado por los alrededores de Callao y Corrientes, en Buenos Aires donde junta material para reciclar, quien nunca dice una palabra ni admite a nadie cerca de sí. A ninguno de los dos jamás se los vio comer o beber, tienen casi la misma edad y muchos de los que lo conocen, si no temieran ser tomados por locos, jurarían que están cada vez más jóvenes”. Dominici Smith, Daniel Catálogo de Entelequias y Sinrazones. Cap. III Pág. 239, Ed. Universo. Barcelona. 1998
2 O sea que para evitar que se repita siempre negro el 17 en la ruleta del casino de Terma de Reyes o que al arrojar una moneda al aire caiga sucesivamente 586 veces cara y a continuación 586 veces cruz, voy a tener que permanecer un instante eterno en suspenso y privarme –por la Eternidad- de no ser. (N. del A.)
3 Cuando el Libro de los Acuerdos dice “hombres”, no necesariamente se refiere a habitantes del que nosotros conocemos como planeta Tierra (N. del A.)
4 Sin dudas, el autor se refiere a los números irracionales. Entre los números irracionales, los más conocidos son: Pi (Número "pi" 3,14159265 ...): razón entre la longitud de una circunferencia y su diámetro; e (Número "e" 2,7182818284...): , utilizado para la extracción de logaritmos con base e ; Φ (Número "áureo" 1,61803398874 ...); Raíz cuadrada de 2: 1,414213562373…
5 “…allende la comprensión, incluso mas allá de lo que se logra atisbar en estado de locura profunda, se encuentran aquellos seres cuyas cifras de días son negativas. Tal es el caso del propietario de una librería “de viejo” ubicada en el sótano de un edificio en la Avda 18 de Julio de Montevideo, de quien emana un estado de placidez tal, que invade a todos los que entran al local…y de un señor que empuja su carrito de supermercado por los alrededores de Callao y Corrientes, en Buenos Aires donde junta material para reciclar, quien nunca dice una palabra ni admite a nadie cerca de sí. A ninguno de los dos jamás se los vio comer o beber, tienen casi la misma edad y muchos de los que lo conocen, si no temieran ser tomados por locos, jurarían que están cada vez más jóvenes”. Dominici Smith, Daniel Catálogo de Entelequias y Sinrazones. Cap. III Pág. 239, Ed. Universo. Barcelona. 1998
El tema resulta intrigante, quiza está un poco recargado de datos, pero en definitiva, atrae.
ResponderEliminarEsteban de Truncado
Leer esto me hizo pegar contra las paredes, revotar, viajar al pasado volver al presente, contar el tiempo, medirlo, sentirlo, padecerlo, añorarlo y deseos de aprovecharlo...Entonces en mayo con mi "mono" al hombro salgo recorrer caminos!!!
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